Los alcaldes son mucho más que funcionarios locales y representan el punto de conexión entre los gobiernos y sus ciudadanos. En este blog, originalmente publicado en IQ Latino, el experto Tony Garrastazu del Instituto Republicano Internacional (IRI) explica cómo la democracia depende de las ciudades y ofrece recomendaciones para los alcaldes que están impulsando el desarrollo de estas urbes en América Latina y alrededor del mundo.

En la actualidad, según datos aportados por las Naciones Unidas, el 55 por ciento de la población mundial vive en ciudades y se espera que para el 2050 esta proporción crezca hasta casi un 70 por ciento.

Si bien es cierto que la pandemia y la necesidad de aislamiento ha hecho que muchas personas se refugien en zonas más despobladas y alejadas de los grandes centros urbanos, la tendencia natural que venimos observando desde hace varias décadas es muy clara: las ciudades seguirán creciendo porque es en éstas donde la población encuentra mayores oportunidades de trabajo, desarrollo y una mejor calidad de vida.

Esta expansión natural, sumada a los cambios que está introduciendo la pandemia en las dinámicas sociales, sin duda representan un gran desafío para los responsables directos de administrar las ciudades: los alcaldes. Son ellos el primer eslabón de gobierno, quienes tienen el contacto más directo con la población, con sus demandas, y con los desafíos de las políticas públicas.

Es aquí donde reside la importancia de que las ciudades cuenten con alcaldes que tengan esta visión, buenos equipos de gobierno para llevar adelante políticas públicas y que hagan de sus ciudades un ejemplo del mejor lugar para vivir y desarrollarse.

A lo mencionado anteriormente, hay que añadir que resulta clave para el crecimiento local, trabajar en el intercambio de experiencias entre ciudades de América Latina y lograr la interacción constante entre los diferentes niveles de gobierno.

Para esto es importante que cada ciudad, a través del trabajo de los alcaldes y sus equipos, aumente su capacidad para brindar servicios de manera eficiente, fomente la participación ciudadana y promueva el desarrollo económico. Con esta visión, desde el Instituto Republicano Internacional (IRI), pusimos en marcha un programa de Buenas Prácticas Municipales.

Por eso, además de apoyar a quienes tienen la tarea de tomar decisiones y responder con eficiencia y transparencia las necesidades de los contribuyentes, nuestro Programa de Buenas Prácticas Municipales ayuda también al desarrollo de habilidades de los ciudadanos para que puedan participar de manera significativa en la planificación y toma de decisiones del gobierno.

Hay que trabajar en construir liderazgo, pero resulta igual de importante mantenerlo. Existen claros ejemplos de cómo alcaldes lo han logrado, habiendo realizado un gran trabajo en sus ciudades, poniendo el crecimiento y el desarrollo de las mismas en el centro de la escena, y hoy son personas que, a través de su impacto en la población, sus conocimientos y habilidades, son valoradas para ejercer cargos de mayor incidencia a nivel nacional y/o regional.

Tomemos como referencia el gabinete del Presidente Joe Biden. Entre algunos de ellos podemos mencionar el caso del alcalde de Boston, Marty Walsh, quien obtuvo el cargo de secretario de Trabajo; Pete Buttigieg, alcalde de South Bend, hoy elegido secretario de Transporte, y Gina Raimondo, quien ha pasado de Gobernadora de Rhode Island, a secretaria de Comercio.

Hoy vemos cómo las ciudades y sus alcaldes toman un rol cada vez más activo y relevante para la toma de decisiones y el desarrollo de una nación. Muy bien lo explica Rham Emmanuel, ex alcalde de Chicago durante dos mandatos, en su libro The Nation City: Why Mayors Are Now Running the World.  Rham Emmanuel señala como las ciudades están en el centro de la innovación y la gobernanza eficaz, y nos habla sobre la importancia de las relaciones entre los alcaldes destacando que ellos son los responsables directos ante sus votantes en mayor medida que cualquier otro funcionario electo.

Es una realidad que las ciudades no dejarán de crecer. Pero es igual de real, que ese crecimiento debe brindar oportunidades reales de desarrollo para sus comunidades. La lupa estará siempre puesta allí y, cada vez más, en quienes las gobiernan.

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