Colombia—un presente lleno de perdón para un futuro lleno de esperanza

  • Julieth Conde

En Colombia, en medio de la guerra que hemos vivido por décadas, muchas personas han sido víctimas del conflicto.

Sin embargo, la cifra de los jóvenes es devastadora, malos tratos, humillaciones e injusticias han sido la verdad oculta con la que han vivido por muchos años. Con el objetivo de fortalecer los lazos entre el gobierno y los ciudadanos, el IRI trabaja junto con la corporación OCASA, una corporación que coordina y apoya actividades con grupos jóvenes por todo el país, en la construcción de paz de los territorios que han sido golpeados por el conflicto armado.

Con este programa, estamos recordando y reconstruyendo la historia que han vivido los jóvenes del país, para que brinden recomendaciones para la implementación del acuerdo de paz, entablando un diálogo constructivo que permita su incidencia en el ámbito local y nacional garantizando la participación juvenil en el desarrollo del acuerdo.

Sabemos que los estragos de la violencia se han colado en cada rincón de la sociedad y que hoy tenemos una sociedad polarizada, donde la palabra reconciliación aún no hace parte del lenguaje habitual y que reconstruir la historia de un país como Colombia resulta doloroso, pues promover la dignificación de las victimas resulta irreparable. Para mí, como colombiana, lo más importante del programa que estamos implementando, es apoyar en la reconstrucción del tejido social entre los diversos sectores afectados, ya que a través de las reflexiones, los testimonios y el aprendizaje colectivo se logra poco a poco restaurar la convivencia pacífica y la confianza entre los ciudadanos.

“Hace cuatros años desperté en el mismo rincón de nuestra vereda, donde solía descansar, se estaban llevando a mi padre y a mi hermana, no podía entender lo que estaba sucediendo”, dijo un participante. “Sí, ahí estaban llevándose a mi padre y a mi hermana de 10 años, para violarla delante de mi padre, luego sacarle los ojos a mi padre delante de mi hermana y posteriormente matarlo. ¿Que qué sigue de la historia? Mi hermana tiene 4 años de estar encerrada en una habitación sufriendo el trauma de lo vivido, pero yo, yo perdono, porque no quiero que nadie más sufra lo que mi familia y yo hemos sufrido”.

Justo en este momento durante el taller que realizamos en el municipio de La Paz, comprendí que no siempre abrir la boca en Colombia puede ser una condena, a veces haciéndolo se pueden romper los nudos de la violencia, expresando nuestras verdades y manifestando nuestro perdón.

En todo caso, con esta experiencia confirme que, las victimas pueden apoyarse entre sí y buscar la conciliación y que todos somos testigos, pero sobretodo, agentes de reconciliación. Particularmente pienso que el aporte principal de esta actividad es haber reunido instancias de todos los sectores para recuperar relaciones de confianza, permitiendo que los participantes nos unamos en torno al reconocimiento mutuo, superando las barreras que nos separan, generando comprensión y construyendo el camino de mediación, pero no la mediación del papel firmado, si no la del corazón hablado.

Y es que me dolía el alma, al saber de las voces de esos jóvenes todo lo que el conflicto les ha causado. Confieso que mientras iba escuchando las historias que han vivido los chicos o personas cercanas a ellos, sentía ganas de salir y llorar, y es que si, era una monstruosidad lo que estaba oyendo, era un catálogo de barbarie provocado por la maldad humana.

Sin embargo, guardé silencio y no solamente escuché, sino que también los vi, me quedaron en el corazón sus caras de amor y perdón, y me traje conmigo sus historias y hoy con orgullo puedo decir que admiro a los jóvenes de mi país, porque son seres valientes que, a pesar de haber crecido en medio de la violencia, con la muerte asechando cerca, aún tienen esperanza, como yo la tengo ahora.

 

Participantes en el foro construyen una visualización de una red de confianza—un componente esencial para la paz.

 

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